lunes, 29 de junio de 2015

Las universidades más ecológicas del mundo

Las universidades más ecológicas del mundo
Las universidades son centros educativos pero también de innovación donde millones de jóvenes en todo el mundo reciben formación, son espacios culturales donde se intercambian ideas y se forman nuevos proyectos, algunos que podrían cambiar el mundo en un futuro no muy lejano. Es por eso que la sostenibilidad es una característica muy valorada en las universidades, porque el primer paso para conseguir un mundo mejor es cuidar el medio ambiente.
Además, las universidades tienen un rol determinante en la generación de una visión y mentalidad verde, especialmente con la puesta en práctica de modelos sustentables tanto en sus edificios como en los planes de estudios donde cada vez es más importante enseñar como todas las profesiones y sectores económicos tienen cierto nivel de implicación y relación con el entorno natural. En definitiva, la ecología debe ser un valor vital para el crecimiento de una universidad que quiera ser responsable con su entorno natural.
Las universidades más ecológicas del mundo
La revista Design Curial ha realizado un gran trabajo analizando miles de universidades de todo el mundo para crear el informe publicado como “The world’s 10 best green universities“, basado en la arquitectura sostenible, el uso de tecnologías verdes innovadoras y diversas iniciativas relacionadas con las energías renovables que tienen lugar instituciones de educación superior.
Estoy muy feliz de ver como en el primer puesto de la clasificación de las 10 universidades más ecológicas del mundo se encuentra la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) donde yo mismo estudié durante casi 5 años, seguida por la Universidad de California en Los Ángeles (Estados Unidos) y en tercera posición la Nanyang Technological University de Singapur.
Es una excelente noticia que la universidad más verde del mundo sea española. Y no es casualidad, pues en los últimos 20 años la UAB ha trabajado para promover y conservar el entorno natural, ahorrar agua y energía, empleando criterios ecológicos en las licitaciones públicas, en la gestión del agua y otros ámbitos de la universidad cuyo campus central se encuentra en Bellaterra (Cerdanyola del Vallès) a 20 kilómetros de la ciudad de Barcelona.
Las universidades más ecológicas del mundo
De entre todas sus iniciativas arquitectónicas con sello verde destaca lo que se conoce como “piel bioclimática” del edificio ICTA-ICP, dicho sistema permite controlar la temperatura del interior del edificio y lograr una reducción del consumo de energía de hasta un 62 por ciento, manteniendo la temperatura interna entre los 16 y los 30ºC. Además, su consumo de agua también se ha reducido considerablemente, siendo hasta un 90% inferior al de otras construcciones similares.
La UAB ha conseguido regular la temperatura de sus edificios de una manera natural, ahorrando energía, mejorando la temperatura interior y controlando los niveles de humedad.

Las 10 universidades más ecológicas en fotos

🔟 Delft University of Technology Library (Países Bajos)
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9️⃣ University of Nottingham (Reino Unido)
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8️⃣ University of Bradford (Reino Unido)
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7️⃣ Singapore University of Technology Design (Singapur)
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6️⃣ University of North Carolina (Estdos Unidos)
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5️⃣ University of Denmark (Dinamarca)
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4️⃣ University College Cork (Irlanda)
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3️⃣ Nanyang Technological University (Singapur)
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2️⃣ University of California Los Angeles (Estados Unidos)
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1️⃣ Universitat Autònoma de Barcelona (España)
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Leer más: http://www.ecologiaverde.com/universidades-ecologicas-mundo/#ixzz3eVTmaMnX

Opinión: Más allá de los beneficios individuales, ¿es bueno Uber para la ciudad?

© Dibujo Rodrigo Díaz
La mayor parte de la discusión sobre servicios de automóviles de alquiler basados en plataformas tecnológicas (bonito eufemismo para referirse a servicios de taxi como los prestados por empresas globales como Uber, Cabify, y Lyft) ha sido abordada desde dos perspectivas: la de derechos del consumidor al momento de elegir cómo movernos en la ciudad, y la de la libre competencia (o competencia desleal, de acuerdo al cristal con que se mire el asunto). Ambos puntos de vista son relevantes y necesarios, pero en todo este debate ha estado prácticamente ausente la perspectiva de la movilidad, que finalmente es el área en la que directamente inciden estas compañías. En este sentido, poco se ha analizado el impacto de ellas en el sistema de transporte de una ciudad. ¿Son un aporte al ofrecer nuevas opciones para desplazarnos, como señalan sus ejecutivos y numerosos fans, o por el contrario, generan más congestión vehicular, que es lo que no pocos expertos en la materia sostienen?
Debo ser honesto y decir que tengo Uber instalado en mi celular. He ocupado el servicio varias veces y puedo decir, al igual que la mayoría de sus usuarios, que es bastante mejor que el que en promedio prestan los servicios de taxi regulados que son su directa competencia, al menos en la ciudad de México. En un taxi Uber voy cómodo y seguro, y sus tarifas en muchos casos  resultan altamente convenientes, razones de sobra para preferir los servicios de la compañía. Fin del comercial gratuito (no hay palabras para Cabify porque nunca he ocupado el servicio, lo siento).
Ahora bien, la anterior es una perspectiva personal al tema, en la que evalúo los beneficios de una compañía de acuerdo a cómo ésta satisface mis necesidades y aspiraciones específicas en materia de transporte. El que lo haga de buena manera (y repito, Uber lo hace) no quiere decir que estos beneficios se trasladen al ámbito de lo colectivo; en otras palabras, lo que es bueno para mí no necesariamente es bueno para el resto de la ciudad. Sí, un taxi Uber podrá ser cómodo, podrá ser seguro, podrá ser confiable, podrá complacerme dándome botellitas con agua y caramelos para mi hija, pero sigue siendo un automóvil, y en el uso de automóviles en la ciudad los beneficios son típicamente individuales, mientras los costos (ambientales, económicos, de salud pública) los asume toda la sociedad.
Dada la escasa vida que ha tenido el fenómeno, son muy pocos los estudios que se han hecho sobre el real impacto de Uber y otras plataformas en el sistema de transporte urbano. Uno de los pocos disponibles es el que realizaron investigadores de la Universidad de California Berkeley, entre los que se encuentra Robert Cervero, alguien bastante respetado por la comunidad académica del transporte a nivel mundial (el estudio lo puede ver completo acá). Basándose en 380 encuestas realizadas a usuarios de tres compañías (Uber, Lyft y Sidecar), esta investigación analizó el impacto de este tipo de servicios en el área de San Francisco, comparando estas encuestas con estudios previamente realizados entre usuarios de taxi tradicionales. Por si le da lata leer el estudio (es bastante corto), le resumo los resultados más relevantes:
  • Los servicios de automóvil de alquiler basados en plataformas tecnológicas satisfacen una demanda latente de personas que buscan un servicio de puerta a puerta sin tener que recurrir a un automóvil particular (la escasez de estacionamiento y la poca disponibilidad de una oferta atractiva de transporte público son factores que hacen más atractivos los servicios de estas compañías).
  • La principal razón que esgrimen los usuarios para preferir los servicios de estas compañías es la facilidad de pago, el corto tiempo de espera, y la rapidez de viaje (esto último en gran medida es un derivado del segundo punto). Confort y seguridad no son atributos que ocupen una alta prioridad en la toma de decisiones de los usuarios de San Francisco (figura 1).
  • Estas plataformas generarían alguna demanda inducida (viajes que no se realizarían si no existieran los servicios de estas compañías), que el estudio cifra en un 8 por ciento del total de viajes en este modo.
  • Los servicios basados en estas plataformas en alguna medida son competencia directa del transporte público, en especial en el caso de viajes largos o que implican transbordos. Ante el supuesto de que Uber/Lyft/Sidecar no existieran, el 33 por ciento de los entrevistados señaló que haría el viaje en transporte público, el 8 por ciento a pie, y el 2 por ciento en bicicleta (figura 2). En otras palabras, el 43 por ciento de los viajes que estas empresas realizan en el área de San Francisco reemplazarían viajes que de otra manera se realizarían en modos llamados sustentables. En contraste, sólo el 6 por ciento de los encuestados señaló que en esta situación utilizaría su automóvil particular.
El estudio no se pronuncia categóricamente por el probable aumento de kilómetros-vehículo recorridos (VKT en inglés) en la ciudad. Sí señala que puede haber una disminución por el reemplazo de viajes en automóvil particular (y por lo que estos recorren buscando estacionamiento), pero que este impacto positivo quedaría anulado al generarse nuevos viajes, y al reemplazarse viajes en transporte público, a pie y en bicicleta por viajes en automóvil.
Gráfico
Fuente: Rayle, Lisa et al. (2014), App-Based, On-Demand Ride Services: Comparing Taxi and Ridesourcing Trips and User Characteristics in San Francisco. University of California, Berkeley
Fugura 2
Fuente: Rayle, Lisa et al. (2014), App-Based, On-Demand Ride Services: Comparing Taxi and Ridesourcing Trips and User Characteristics in San Francisco. University of California, Berkeley
El estudio hay que tomárselo con pinzas. San Francisco es una ciudad muy particular (allí nació Uber, entre otras cosas), con una escasa oferta de taxis (que además son bastante caros), con un servicio de transporte público que los autores califican de incompleto, y con escasez de estacionamiento en zonas atractoras de viajes. También hay que considerar que Uber y las otras compañías también ofrecen algo distinto dependiendo de qué lado del Río Grande se encuentre la ciudad en que prestan sus servicios. Si en Norteamérica las compañías apuntan al precio, ofreciendo un servicio más barato que el de los taxis de calle, en el sur global la apuesta es por el confort y la seguridad, talón de Aquiles de los servicios de taxi regulares de gran parte de las ciudades de la región (la ciudad de México es un muy buen ejemplo de esto).
Volviendo a la pregunta que dio origen a estas palabras, ¿generan más congestión vehicular estos servicios de taxi basados en plataformas tecnológicas? Tengo la impresión que sí, sobre todo teniendo en cuenta que, al menos en México, en la práctica funcionan como taxis de calle, que dan vueltas todo el día en busca de pasajeros, que gran parte de los kilómetros que recorren los hacen vacíos, y que tienden a concentrarse en áreas y horarios de alta demanda. Si a eso sumamos el hecho que reemplazan un número indeterminado de viajes que de otro modo se harían en transporte público, bicicleta o a pie, tenemos que es muy probable que Uber y similares sí aporten con su grano de arena a aumentar la congestión en nuestras ciudades.
Los defensores del sistema argumentan que será el propio mercado el que finalmente regulará el tamaño de la flota de automóviles de alquiler en una ciudad. El mismo mercado es el que decidirá dónde y a qué horas se concentra esta flota. A decir verdad, no hay muchos antecedentes para sustentar este supuesto. De hecho, cuando esta teoría se aplicó en las ciudades latinoamericanas con ocasión de la privatización y desregulación del transporte público, los porfiados hechos se encargaron de demostrar lo contrario: la flota creció, produciéndose sobreoferta en las áreas más atractivas desde el punto de vista de la demanda de pasajeros. Resultado: alta congestión de microbuses que muchas ciudades latinoamericanas siguen padeciendo (si el tema le interesa, le recomiendo leer este libro de Eduardo Vasconcellosy este documento de Óscar Figueroa). Por otro lado, no hay que olvidar que, dado el modelo de negocio de estas compañías, el costo de la sobreoferta lo pagan los dueños de los automóviles, no a las empresas facilitadoras de las plataformas tecnológicas, a las que no les interesa en absoluto regular el número de unidades que prestan su servicio en la calle.
Si el impacto de Uber y otros en la congestión vehicular es grande o insignificante es todavía un misterio, entre otras cosas porque las compañías no están dispuestas a abrir sus base de datos. Si no sabemos nada del tamaño de flota ni cuántos kilómetros recorren sus unidades cada día, difícilmente podremos estimar el alcance de este impacto, que en este momento queda en el vasto y generoso terreno de las suposiciones. Quizás por aquí podríamos partir la generación de una política pública sobre el tema, exigiendo a las empresas que hagan públicos sus datos operacionales, acción que facilitaría la incorporación de ellas en una estrategia integral de movilidad para las ciudades.
Preguntas a responder: ¿es necesario que una ciudad regule el número de vehículos que prestan servicios de alquiler en sus calles? Si es así, ¿cuál es el mecanismo adecuado?
De momento, y en vista de los argumentos aquí presentados, me cuesta otorgarle a estas compañías el apelativo de transporte sustentable, tal como muchos entusiastas del tema se han apresurado a hacer. Y es que en toda esta discusión no debemos perder una cosa de vista: no hay ni una ciudad en el mundo que se mueva mejor inyectando más automóviles en sus calles.
Palabras al cierre
UberPool es otra cosa. En este servicio, todavía no disponible en Latinoamérica, un vehículo sirve al mismo tiempo a varios usuarios que comparten viaje. En otras palabras, es un taxi colectivo que ordena su demanda y organiza su oferta a través de una plataforma tecnológica. En este caso sí creo que habría una reducción de kilómetros-vehículo recorrido a nivel ciudad, básicamente por la optimización de rutas a través de la concentración de viajes en pocas unidades. Es una alternativa interesante que desde el punto de la movilidad urbana sí vale la pena explorar (ojo, que no me estoy pronunciando sobre los otros problemas asociados a esta compañía, como la competencia desleal con los servicios de taxi regulares. Eso es harina de otro costal).
Originalmente publicado en Pedestre.

Vivienda social y expansión urbana: seis argumentos para el debate

Vivienda social y expansión urbana: seis argumentos para el debate
Una cuestión que surge en el debate sobre la expansión de las “huellas urbanas” de las ciudades es si las políticas de vivienda social contribuyen o atenúan a este fenómeno.  Es un tema es relevante en función de algunas experiencias recientes de países latinoamericanos, que tuvieron que revisar sus políticas nacionales de vivienda en razón de los efectos que estas estaban teniendo sobre un indeseable crecimiento desordenado de las ciudades.
La construcción de vivienda social en las afueras de las ciudades tiene efectos tanto urbanos como sociales y ambientales.  Las áreas expandidas implican mayores costos para los gobiernos locales, que tienen que extender sus redes de servicios públicos (colecta de basura, agua y saneamiento, servicios sociales) de forma poco eficiente. Implican costos de transporte mayores para sus residentes.  Y tienen un impacto ambiental importante, por consumir áreas verdes y de preservación ambiental, generando mayor cantidad de gases de efecto invernadero.
El argumento que usualmente se invoca para justificar la ubicación lejana de los centros de los desarrollos de vivienda social es que es más barato construir en la periferia que en las áreas urbanas centrales.
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Para discutir este tema y analizar estudios de caso en distintos países, el Banco Interamericano de Desarrollo promovió un seminario sobre el costo “real” de la vivienda social. El seminario presentó las conclusiones de cuatros estudios de casos en Brasil, Colombia, Chile, y México, en los cuales fueron estudiados los costos públicos y privados de construir y vivir en complejos de vivienda social en áreas periféricas comparados con los localizados en áreas centrales.
En cada país fueron analizados los costos de implantación de desarrollos de vivienda social en el centro y en la periferia, considerando no solamente el costo de las viviendas propiamente dichas, sino también el de la infraestructura para atenderlas y el costo para las familias que implicaba residir en las distintas ubicaciones.
Las principales conclusiones del seminario son las siguientes:
  • No hay evidencia de que la vivienda social central sea más costosa que las periféricas, si se consideran todos sus costos. Aunque el valor de la tierra sea mayor en las áreas centrales, el costo adicional de proveer infraestructura adecuada al desarrollo periférico compensa esta diferencia.
  • Para los desarrolladores, la opción entre centro y periferia es indiferente, ya que trabajan con el agregado costo de la tierra+infraestructura+vivienda. El precio de la tierra es compensado el ahorro en infraestructura, y el de la vivienda es el mismo;
  • Para las familias residentes en la periferia, vivir lejos del centro significa mayores tiempos y costos de viaje a sus locales de trabajo, además de la debilitación de sus vínculos comunitarios y familiares que les dan apoyo socioeconómico.
  • Las políticas de vivienda social son establecidas usualmente por las instancias nacionales, que proveen su financiamiento.
  • Las políticas nacionales se preocupan, fundamentalmente, con las metas cuantitativas de producción de vivienda. Tienen pocos instrumentos para influir en su localización.
  • Las municipalidades pueden influenciar en la localización de viviendas sociales a través de sus planes urbanos. Sin embargo, esta capacidad es limitada y se ha revelado poco eficaz.
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    Para las familias residentes en la periferia, vivir lejos del centro significa mayores tiempos y costos de viaje a sus locales de trabajo.
Existen en la región algunos programas nuevos para estimular los desarrollos en el centro, y prevenir el excesivo crecimiento de las huellas urbanas.  Son programas que establecen varias condiciones para el financiamiento de grandes desarrollo urbanos (como el caso de los Desarrollos Urbanos Integrales y Sostenibles –DUIS, en México) o que crean subsidios diferenciados para estimular la construcción en las áreas centrales.
Pero la principal conclusión del estudio es que solamente mediante una acción concertada entre los gobiernos nacionales (financiadores) y municipales (reguladores) de los programas de vivienda se logrará un efectivo control sobre el crecimiento excesivo sobre las huellas urbanas de las ciudades.

viernes, 19 de junio de 2015

Manual para observar al humano en la ciudad

¿Por qué importa estudiar el comportamiento del humano en la ciudad? El urbanista Jan Gehl responde a esta pregunta en su nuevo libro Studying Public Life.

POR MARCUS HURST ( @MARCUSHURST )
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uando Jan Gehl observa a los humanos se parece a un naturalista perdido en la sabana africana. El urbanista danés ha dedicado su vida profesional a estudiar al Homo Sapien en el hábitat urbano. Una disciplina tan poco analizada que, según dice, “sabemos más sobre la creación de entornos saludables para los osos panda que para el ser humano”.

En su nuevo libro, How to Study Public Life, escrito junto a Birgitte Svarre, Gehl comparte algunos de los métodos que utiliza para estudiar y examinar a los seres humanos en entornos urbanos.
El acechador del espacio público “debe ser lo más neutral posible, actuar como el que mira desde el banquillo, un ente invisible que tiene que mantener una perspectiva global. Cualquiera que decida examinar a las personas a desenvolverse por una ciudad rápidamente se dará cuenta de que hay que ser metódico para conseguir información útil en la compleja y confusa vida del espacio público”.
Hacerlo está al alcance de cualquiera pero es posible entrenar el ojo “en el arte de la observación”, dice Gehl en el libro.
El papel y el lápiz son las herramientas más importantes para iniciarse en esta actividad. Sirven para anotar observaciones puntuales o medir el número de peatones en una determinada zona. “Todo se puede contar. El número de personas que pasan por un sitio, sus géneros, si sonríen o no, si caminan solos o en grupo, cuántos son activos, cuántas personas hablan por el móvil. Pronto te das cuenta de que la vida de una ciudad se mueve en ritmos de forma similar a un pulmón”.
8 HERRAMIENTAS BÁSICAS PARA ESTUDIAR EL ESPACIO PÚBLICO
Para hacer un análisis adecuado de la calle, el arquitecto de 77 años considera los siguientes instrumentos como imprescindibles.
Mapear: ofrece una manera de representar los datos recogidos en una zona determinada.
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LA INTERACCIÓN SOCIAL TRAZADA SEGÚN LA CANTIDAD DE TRÁFICO DE CADA UNA. FUENTE: ¿EL TRÁFICO MATA LA VIDA EN LAS CALLES? 
Trazar: los movimientos de las personas pueden ser trazados en la zona que se está estudiando. Proporciona información básica sobre patrones y movimientos en un espacio determinado.
Trackear: Para observar el movimiento de ciudadanos en zonas amplias se puede optar por seguir a un sujeto de forma discreta sin que se dé cuenta o acordar de antemano con alguien para hacerlo. Es posible que lleven un GPS encima para facilitar la recopilación de los datos. Otra opción es observar desde una ventana en alto.
Buscar rastros: La actividad humana normalmente deja restos como basura en la calle, suciedad, marcas sobre el césped que contienen información sobre la vida en la ciudad. “Unas huellas en la nieve pueden proporcionar pistas sobre las rutas que toma la gente en una plaza con césped. Si hay mesas o sillas en la calle puede significar que los residentes se sienten los suficientemente cómodos para trasladar su salón a la calle”.
Fotografiar: Una parte esencial del estudio de la vida en el espacio público consiste en documentar las situaciones donde la vida urbana interactúa. “Es una forma de humanizar los datos. Se pone el énfasis en las interacciones y las situaciones que se producen en la calle”. Aquí Gehl recomienda el uso de vídeos Time-Lapse.
Mantener un diario: Sirve para registrar detalles y matices sobre la interacción entre la vida en la calle y el espacio público. Se usa para anotar observaciones en tiempo real y las distintas actividades que realizan.
PrintPaseos piloto: “Realizar un paseo mientras se observa la vida que se desarrolla en ella puede ser algo rutinario, pero el objetivo es que el observador sea capaz de notar problemas y detalles que se puedan mejorar”, dice Gehl. En algunos paseos piloto realizados en Sydney, el arquitecto encontró que en las rutas peor diseñadas, el peatón pasaba 52% de su tiempo de viaje esperando en semáforos para llegar de un lugar a otro.
“La tecnología tiene un papel muy importante y lo tendrá más en el futuro. Pero la observación personal y humana sigue siendo importantísima”, defiende el danés.
¿Y ESTO PARA QUÉ SIRVE?
“¿Cómo vas a saber dónde situar los distintos servicios en una plaza sin observar como el humano actúa en ella?”, señala Gehl. La calle está llena de pistas para crear ciudades más amables.
Un parque con una presencia alta de mujeres suele indicar que es un lugar seguro. “Si se encuentra una bajada reiterada de su presencia significa que la sensación de seguridad está bajando”. Gehl se basa en investigaciones como la que realizó en Bryant Park (Nueva York), donde encontró que el equilibrio óptimo era un 52% mujeres versus 48% hombres entre la 1 y las 6 de la tarde.
Esto no es todo. “La velocidad en la que camina un individuo cuando pasa por un lugar determinado y el tiempo que se para en sus rincones puede proveer de información sobre la calidad de ese espacio”.
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En un estudio realizado por Gehl en la calle Stroget en Copenhague, en enero de 1968, el arquitecto encontró que las personas cubrían de media 100 metros en 62 segundos con una temperatura de -8 grados. Las personas que más rápido cubrían el trayecto lo lograban en 48 segundos, equivalente a una velocidad de 6 kilómetros por hora.
Cuando realizó este mismo estudio en 1968 a finales de julio y con 20 grados de temperatura, encontró que las personas tardaban una media de 85 segundos para cubrir esos mismos 100 metros a pie. “Con un flujo casi igual en ambos días la sensación de densidad era mucho más alta en el día caluroso”.
“Las personas caminan más rápido durante la mañana y la tarde. Se lo toman con más calma a mediodía. Como era de esperar se mueven más rápido entre semana que los fines de semana”.
Estudiar estos factores es importante para determinar la distancia que un ciudadano está dispuesto a caminar para usar el transporte público, por ejemplo. “No es necesario hacer una renovación muy cara para invitar a la gente a quedarse más tiempo. Aun así, si deciden hacerlo, una invitación o un estímulo puede influir en la percepción de si es un lugar dinámico donde merece quedarse”.
¿CÓMO HEMOS LLEGADO HASTA AQUÍ?
Esto que parece tan obvio es algo que muchos planificadores urbanos dejaron de hacer a partir de los años 60. Las maquetas y los planes maestros empezaron a dictar las decisiones en los ayuntamientos. El contacto con la calle y sus palpitaciones se marginó y se olvidaron de lo más importante, el factor humano a pie de calle.
Al mismo tiempo, por primera vez el ciudadano occidental empezaba a gozar de más tiempo libre. La semana de trabajo se acortó y se incrementaron los días de vacaciones. Hasta entonces, gran parte del tiempo estaba dedicado al uso del espacio público para fines productivos como ir a trabajar o desarrollar una actividad comercial con excepción de los fines de semana. Ahora la calle empezaba a ser un lugar para caminar sin rumbo. Un lugar para pasear, sentarse en un banco y leer el periódico o simplemente observar a las personas que pasaban por allí.
Sin embargo, muchos ciudadanos se encontraron con la construcción de nuevos barrios que ignoraban completamente la posibilidad de crear ciudades adecuadas para este cambio de hábitos.
“La planificación urbana moderna no prestaba atención a la interconexión, el espacio entre edificios. Se impuso elprincipio Radburn, que dictaba que se tenían que crear espacios segregados para el peatón y los coches. Era preferible que los vehículos motorizados circulasen por zonas donde no había ni siquiera aceras. Los peatones, en cambio, tendrían espacios delimitados, centros ajardinados para caminar separados. El problema con esta teoría, que tenía bastante sentido en abstracto, es que en la práctica no prestaba atención a las interconexiones, al espacio entre los edificios”.
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PROPUESTA DE GEHL ARCHITECTS PARA PEATONALIZAR LA CALLE ALEDAÑA AL RÍO MOSCOVA EN MOSCÚ
La separación acabó creando una segregación entre actividades. Lugares de trabajo que se quedan desiertos por la noche, barrios dormitorios y zonas muy específicas para hacer la compra. Los barrios acabaron desconectados entre sí.
Esta ideología en su encarnación más extrema proponía construir un autopista por el centro de Greenwich Village y (parte de Central Park), un barrio degradado y artístico que a pesar de todo tenía una vida social única en la ciudad. El activismo de Jane Jacobs, una periodista residente en la zona reconvertida en urbanista, logró paralizar este despropósito impulsado por el temible Robert Moses.
“Para Jacobs, un buen espacio era una conjunción de factores sociales, económicos, físicos y de diseño. Ella objetaba a las soluciones que se aplicaban por igual en todas partes. Cada lugar tenía sus particularidades y había que salir al a calle para estudiarlas”.
Las experiencias de Jacobs inspiraron a Gehl para empezar a mirar a las ciudades desde otra perspectiva en los años 60. Pero no fue lo único que cambió su manera de ver la arquitectura. Su mujer Ingrid Gehl, era psicóloga y le llamó la atención lo poco que su marido tenía en cuenta las personas cuando empezó su carrera en esta disciplina.
Gehl ha conseguido junto a otros arquitectos empezar a recuperar la ciudad para los peatones. Fue el artífice de la peatonalización en Times Square, es una de las piezas claves en el desarrollo ciclista de Copenhague y ha trabajado en proyectos en Melbourne, Londres, Chongqing, México DF y Sao Paulo.
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IMPLANTACIÓN DE ESPACIOS PEATONALES EN BROADWAY (GEHL ARCHITECTS) FUENTE: PLATAFORMA URBANA 
“Casi todas las ciudades tienen departamentos de tráfico con datos precisos sobre cuántos coches circulan por las grande arterias mientras que es casi inaudito encontrar departamentos que midan el movimiento de los peatones y el desarrollo de la vida en la vía pública”.
Algo tan básico como contar el flujo peatonal en determinadas zonas puede ayudar a tomar mejores decisiones en la ordenación de ciudades. Estos datos tienen que ser recopilados a lo largo de mucho tiempo para poder compararlos. “Un dato por sí solo no vale para nada”, reclaman Svarre y Gehl en su libro.
Tampoco hay que dejarse llevar solo por números crudos, argumenta el danés. “Un conocimiento básico permite acomodar las necesidades de mujeres, niños, ancianos y discapacitados, grupos que frecuentemente no son tenidos en cuenta”.
Como modelo está Copenhague, que cada 10 años realiza una auditoría de la vida en el espacio público. Cuando pensamos en esta ciudad danesa, una de las primeras cosas que suelen venir a la cabeza es sus políticas pioneras a favor de la bici y los peatones pero no siempre fue así.
“Cuando se peatonalizó la calle Stroget por primera vez en 1962 hubo una oposición importante que dijo que eso no funcionaría nunca. Decían que esto no encajaba con el estilo de vida escandinavo y era más propio de Italia”, observó Gehl en una entrevista con Yorokobu en 2010. Con consenso político y políticas sensatas se ha conseguido construir una de las ciudades más sostenibles del mundo.
¿Qué significa una ciudad vivible?
Detrás de la disciplina que imparte Gehl está una ideología clara que propone recuperar el espacio público para el ciudadano. Un objetivo que el danés considera resumido a la perfección en esta frase de Ray LaHood. “Una ciudad vivible significa poder llevar a tus hijos al colegio, ir a trabajar, visitar el médico, hacer la compra, salir a cenar y ver una película y jugar con tus niños en el parque sin tener que meterte en un coche”.
Es una guerra sin belicismo en la que se recuperan las ciudades para las personas y se relega el coche a un segundo plano. Una batalla que Gehl sigue luchando en todo el mundo.
12 CRITERIOS PARA CREAR UN BUEN ESPACIO PÚBLICO PARA EL PEATÓN
1) Protección contra tráfico y accidentes
2) Protección contra crimen y violencia (Vida en la calle, estructura social, identidad, iluminación durante la noche)
3) Protección contra estímulos desagradables (ruido, humo, malos olores, suciedad)
4) La opción de caminar (espacios adecuados para hacerlo, cambios de nivel bien diseñados)
5) La posibilidad de estar de pie (zonas de descanso, apoyos físicos para hacerlo)
6) Infraestructura para sentarse (bancos para descansar)
7) La posibilidad de observar (líneas de visión sin obstáculos, buena iluminación durante la noche)
8) La posibilidad de escuchar y hablar (ruido moderado, distancia entre los bancos)
9) Escenarios para jugar y relajarse (jugar, bailar, música, teatro, discursos improvisados, distintas edades y tipos de personas)
10) Servicios a pequeña escala (señales, mapas, papeleras, buzones)
11) Diseño para disfrutar de elementos climáticos (sol, calor, frío, ventilación, estética)
12) Diseño para generar experiencias positivas (cualidades estéticas, plantas, flores, animales)