Por: Javier Lizarzaburu
Notas sobre una ciudad mestiza con partida de nacimiento española. Una ciudad donde esas dos raíces en algún momento empezaron a caminar en direcciones opuestas. El discurso oficial dice 478 años de edad, y ¿qué hacemos con el pasado? ¿Con los templos, los vestigios, la comida, la gente, que nos dicen que hemos estado aquí por más de 2.000 años? De repente es hora de contar la historia al revés.miércoles, 5 de junio de 2013
No por gusto Naciones Unidas-Habitat el año pasado publicó su informe "El estado de las ciudades", con un diagnóstico poco bueno. Una receta fundamental que ellos proponen: repensar el camino de las ciudades, de modo que el ciudadano esté al centro de las medidas que se tomen. Donde la calidad de vida, la felicidad de los que viven en las urbes de hoy sean lo prioritario. Esa visión cuesta porque aquí nunca se ha planteado así, pero cada vez es evidente que se hace más necesario.
Notas sobre una ciudad mestiza con partida de nacimiento española. Una ciudad donde esas dos raíces en algún momento empezaron a caminar en direcciones opuestas. El discurso oficial dice 478 años de edad, y ¿qué hacemos con el pasado? ¿Con los templos, los vestigios, la comida, la gente, que nos dicen que hemos estado aquí por más de 2.000 años? De repente es hora de contar la historia al revés.miércoles, 5 de junio de 2013
No por gusto Naciones Unidas-Habitat el año pasado publicó su informe "El estado de las ciudades", con un diagnóstico poco bueno. Una receta fundamental que ellos proponen: repensar el camino de las ciudades, de modo que el ciudadano esté al centro de las medidas que se tomen. Donde la calidad de vida, la felicidad de los que viven en las urbes de hoy sean lo prioritario. Esa visión cuesta porque aquí nunca se ha planteado así, pero cada vez es evidente que se hace más necesario.
LAS CIUDADES TIENEN FIEBRE. (FOTO) "Handshake buildings"
en la ciudad china de Shenzhen.
La otra cara del desarrollo. Y no tiene
nada que ver con el cambio climático. Sucede que el creciente descontento
urbano que se vive en Lima también se puede ver como parte de un proceso mayor.
Ese proceso acelerado de crecimiento, conflictivo y deficiente, que están
viviendo muchas ciudades y que está empezando a dejar heridos. Las páginas de
los periódicos tan solo en la última semana parecían camillas de emergencia.
Ahí iban cayendo una a una las historias de ciudades tan distintas como Lima,
Estambul o Shenzhen.
ChinaVeamos
rápidamente qué viene pasando en esos lugares. La foto de arriba es lo que en
China llaman los “edificios que se dan la mano”. Fueron levantados en las
afueras de la mega, super ciudad de Shenzhen, al norte de Hong Kong, para los
obreros que han transformado el antiguo villorio en una de las hiper modernas y
ricas ciudades chinas.
Según el Economist, este es el lado oscuro de ese
desarrollo. Y literalmente oscuro. La distancia entre edificio y edificio no
tiene más de un metro de ancho, y los vecinos se pueden dar la mano de ventana
a ventana. En los pisos más bajos jamás entra la luz del sol. Y son situaciones
como estas las que han llevado a hablar en ese país de la urgente necesidad de
crear nuevos planes de urbanización.
La situación es tan apremiante que en los próximos
meses el primer ministro chino presidirá una gran conferencia nacional sobre
urbanismo, donde el tema central será cómo integrar a estas masas de migrantes
del campo a la vida urbana china. Según los analistas, los políticos chinos
están preocupados por la bomba de tiempo que eso representa si no hacen algo
pronto.
TurquíaEl caso más
mediático de estos días se produjo en Estambul. Si bien la prensa fue muy
rápida en dejar de lado el detonante para enfocarse en el contenido político de
las protestas, vale la pena detenerse un momento en eso.
En esta ciudad puente entre Occidente y Oriente,
uno de los lugares de encuentro favoritos de los estambulitas es la plaza
Taksim, junto al parque Gezi. Los planes del gobierno consistían en mejorar las
condiciones de la plaza, a cambio de utilizar un sector del parque para
levantar ahí un centro comercial. Y en un ambiente políticamente cargado, esta
fue la gota que colmó el vaso.
Con 15 millones de habitantes, en los últimos años
Estambul ha experimentado un crecimiento rápido y desordenado. “Suficiente es
suficiente", dijo una estudiante turca a un medio de comunicación durante
las protestas. "Nunca nos preguntan lo que queremos. No nos dejan espacio
para respirar”, señaló.
En un principio, fueron muchos los ciudadanos que
salieron a defender su espacio público de lo que se percibe como la
avasalladora presencia del sector inmobiliario, que allá también ha tenido un
fuerte impacto sobre el paisaje urbano.
Los que saben¿Pero cómo hacen ciudades donde parece que hacen mejor las cosas? Esta
semana salió una nota desde la ciudad francesa de Marsella. Según sus
autoridades, ante un patrón creciente de violencia urbana, en medio de una
severa crisis económica, y con una afectación directa a la imagen de la ciudad,
su estrategia fue la cultura. Para eso, se embarcaron en un gran proyecto
para levantar el gran museo de las culturas mediterráneas, que busca
revitalizar esta urbe del sur francés.
En el caso de Berlín, conscientes de la necesidad
de desarrollar una cultura urbana más sostenible, la práctica de compartir el
auto en las mismas rutas al trabajo, al colegio o las compras, se está
convirtiendo en la norma.
Londres usó el pretexto de las Olimpiadas para
emprender un masivo proyecto de renovación urbana al este de la ciudad, que
transformó un sector pobre e históricamente abandonado en una zona con nuevos
usos y nueva vitalidad.
¡Lima! En Lima,
dentro de siete años, o menos, entraremos a la categoría de mega ciudad. Es
decir, aquellas con más de 10 millones de habitantes. En esa ruta enfermiza por
crecer lo único que el ciudadano promedio ve es el aumento descontrolado de
edificios. Un aumento que, por lo menos por ahora, no contribuye en nada a la
ciudad.
Y lo que está pasando en otras partes, en Lima lo
estamos viviendo cada día. Como nunca, la ciudad vive un proceso extraordinario
de cambios. Uno pensaría que situaciones extraordinarias requieren medidas
extraordinarias. Medidas que hagan frente al lado más negativo del desarrollo:
la destrucción de edificios históricos, de sitios arqueológicos, o la
desaparición de áreas verdes y la reducción de espacios públicos. Pero nada de
eso está pasando.
Mientras tanto, las señales de descontento van en
aumento. La falta de diálogo entre autoridades y ciudadanos está creando una
severa fractura social. Este jueves, mientras escribo esta columna, se tiene
prevista una marcha hacia el Congreso para protestar contra el cuestionado D.S.
54 que pone en una situación vulnerable a los tesoros del pasado.
Pero lo que estamos viviendo no es un tema limitado
a la cultura o la arqueología. Son temas que definen el tipo de ciudad en la
que vivimos. Por lo tanto, nos compete a todos. Producto de una ciudadanía
convulsionada por los cambios, hay cada vez más limeños que se sienten
acorralados, sin interlocutores válidos. Y mientras eso pasa, son otros los que
están construyendo la Lima de los próximos 100 años.
¿Tratamiento?
La opción contraria es clara. Quedarnos con una
ciudad enferma, si no lo está ya. Y como todo paciente que no toma su remedio a
tiempo, ya sabemos lo que podría pasar.
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